miércoles, abril 11, 2007

LA FOTO DEL "TENDERO"



El tendero esta en la tienda. Luis y yo hacemos la foto, Luna, Chechu, Claudio y KiKe son los de la foto.

Casí todos los miercoles desde hace años hacia las 19.20 horas vamos al tendeo, a comprar. Sea invierno o verano. Y por fin le hemos hecho una foto a la tienda del tendero. Y luego seguimos nuestro cámino al "Tinto" como esta "mandao", hoy no nos han puesto croquetas de morcilla (exquisito manjar). la semana que viene no vendremos al "Tendero" tenemos previsto visitar la "Casa encendida". Os mantendremos informados.

domingo, abril 08, 2007

LA HUMANA FIEBRE



Sin ánimo de sentar cátedra, ni crear polémica, hay muchas cosas que plantear en serio sobre el tema de la salud. Es un tema universal, que afecta a todos los seres que habitan el planeta. La salud, tal y como quiero referirme, es un tema orgánico, hay una salud vegetal, y otra animal y, dentro de ella, la humana. Dejamos lo mineral fuera, aunque sea la base de las otras “saludes”.

Una aclaración a hacer desde el principio es si estamos hablando de salud o hablamos de negocio. La diferencia es como una partida de mus, o bien queremos jugar por diversión, o bien nos queremos jugar en esa partida una considerable suma de dinero, que pasa a ser el objetivo real y no el juego en sí. Esto está muy desarrollado en Psicología: la diferencia entre motivación intrínseca y extrínseca. Aunque las reglas sean las mismas, cambiado el objetivo, cambian el juego y el resultado.

Confío en que los que aquí me leen, al menos mayoritariamente, están a favor de la salud y no del negocio. Supuesto esto, tendremos que ver cuáles son los procesos y las funciones naturalmente saludables, entendiendo que hay dos estados posibles, lo orgánico (lo vivo) y lo inorgánico (lo muerto).

No se puede estar más o menos muerto, pero, ¿se puede estar más o menos vivo? ¿Estamos hablando de que la condición humana es dicotómica y sólo tiene dos posibles valores? ¿O más bien que hay un polo de máxima vida, al que podemos llamar salud y otro, que se acerca a la muerte, al que se suele llamar enfermedad?

Es claro, al observar una planta, que si sus hojas están lustrosas, tiene flores que se mantienen bien vivas y muestra la belleza propia de su naturaleza, nos encontramos en un polo opuesto que si encontramos en la misma planta colores ocres o amarillos en sus hojas, ausencia de flores o flores lacias (a no ser que estemos en otoño, claro está).

Lo que en el reino vegetal parece meridianamente claro, en el “reino” de las cosas humanas tiende a complicarse. No creo que sea algo que se haya complicado casualmente en su origen, si no más bien es por puro interés (perdonen mi tendencia a ver manos negras). Volviendo a la partida de mus, ¿estamos jugando al juego de la salud o nos estamos jugando otra cosa?

¿Cuál es la diferencia entre la forma en que miramos la salud de las plantas y la forma en que miramos la salud de las personas? En el primer caso, nos centramos en lo cerca que nos encontramos de la planta ideal, en el segundo, de lo cerca que nos encontramos del estado inorgánico (o muerte), es decir, en qué manera estamos en ese concepto recurrente del tiempo moderno: “la enfermedad”.

Si sólo nos fijamos en lo amarillo de las hojas, hacemos mayor su podredumbre. La capacidad de la percepción humana (y quién sabe si también de la vegetal y animal) tiene un efecto multiplicador. El mágico, sorprendente, pero muy cotidiano efecto de la “intención” del profesional está muy relacionado con la curación del organismo vivo. ¿Cuántos médicos, psicólogos, veterinarios, jardineros han sentido ese maravilloso poder? ¿Es simplemente eso un efecto de la sugestión del sujeto? ¿Qué parte de la curación es producida por la intención y qué parte por la forma distinta de mirar su propio padecimiento el sujeto?

La historia de la ciencia nos debería hacer humildes respecto al nivel de conocimiento que se tiene actualmente, pero la historia del dogma nos enseña lo poco permeable que es el espíritu humano a escuchar cosas que no se ajusten a sus esquemas. Esquemas, en general, indoctrinados desde la infancia y, en los tiempos modernos, cada vez más por los poderosos “medios de indoctrinación”; hay que decir que para llamarlo medios de comunicación deberían aceptar mucha mayor reciprocidad de lo que lo hacen.

Sin llegar a los extremos que grandes obras de la literatura del siglo pasado preveían (1984, por ejemplo), nos encontramos en estados de uniformidad preocupantes que llegan a la salud. Habría que ver el carácter único, individual e irrepetible de la persona que necesita tratamiento y, sin embargo, se va a buscar solamente cuál es la enfermedad en la que le vamos a clasificar, cuál es la etiqueta que le vamos a poner para tratarle del mismo modo que a todos aquellos que hayan caído en la misma etiqueta.

Uniformizar del mismo modo que a un monte sin vegetación se le planta una sola especie de pinos. Esto último tampoco es saludable para el monte. La búsqueda del potencial individual de cada uno (su “polo” saludable) pasa por conocer y aceptar su enorme diversidad y al mismo tiempo su carácter único. Nos ayudaría mucho saber cuál sería el potencial a alcanzar por éste (individuo normal o anormal) para ver así cuál es su posibilidad de disfrutar de esa plenitud de lo que hemos llamado salud. La salud, en el polo opuesto a la enfermedad-morbilidad.

Las consecuencias de este cambio de actitud, sí realizable, aunque quizá no tan lucrativo para poderosos estamentos del tercer milenio, es el cambio de actitud del terapeuta y del afectado. Sustituir el miedo a la expansión de la enfermedad, al mayor dolor, a la cercanía de la muerte por: la motivación por superarse, empezar a ver los síntomas como necesarios para el proceso de curación y, por tanto, integrarlos en el proceso vital de la persona; implica poner los pesados fardos de madera a alimentar la locomotora de la lucha por la salud.

Lo que se acompaña de miedo, dolor, incertidumbre, dependencia, desconocimiento, falta de empatía, por parte de equipos profesionales estereotipados y demasiado protocolarios, pasa a ser un proceso vivo, orgánico, similar a la propia naturaleza. Naturaleza que, no lo olvidemos, es la que está de base.

La imperiosa necesidad de racionalismo ha dejado atrás lo fundamental, la vida, que late, brota todos los años y vive de múltiples formas un perpetuo ciclo y un continuo mudar. Quizá el miedo a que esté misterio natural esté aparejado con la muerte (porque siempre algo está muriendo para que nazca otra cosa), ha hecho que se quiera hacer inmóvil el estado del cuerpo y que hayan proliferado como lo han hecho el estudio y la clasificación de las patologías.

Esta minuciosa clasificación de lo patológico, va acompañada de un lucrativo negocio, la industria más poderosa del planeta, que siempre dispondrá de blister que fabricar o productos que aliviarán los estado mórbidos, aunque sea a costa de producir otros nuevos.

Al fin y al cabo, desde el punto de vista del negocio, los efectos secundarios de los medicamentos, que producen a su vez otras enfermedades, son un elemento positivo. ¿No parece más bien que estemos metido en un círculo vicioso y absurdo?



Antonio Barranco Alonso
ABA
Psicólogo